AVISO A LOS SAQUEADORES: CÁMARA DE VIGILANCIA

Atahualpa Yupanqui-Margort Palomino-Martina Portocarrero-Manuelcha Prado

"hay hermanos muchísimo que hacer".

César Vallejo, el poeta de la ternura infinita.

domingo, 30 de octubre de 2011

Daniela Gonzales TICs Educacion



Daniela Gonzales TICs Educacion, posted with vodpod

No se escribe coma delante de “y” en las enumeraciones

Educación: No se escribe coma delante de “y” en las enumeraciones


Publicado el 27 octubre 2011 por www.LimaNorte.com

La Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) en el Perú recuerda que en las enumeraciones de elementos separados por comas no es correcto escribir una coma delante de la “y” que precede al último de ellos, según recoge el “Diccionario panhispánico de dudas”.
A menudo, en textos de diversa índole, se escribe coma delante de la “y” que introduce el último elemento de una enumeración: “En la época republicana trabajó en los ferrocarriles, se convirtió en líder sindical, y viajó por Centroamérica”.

Publicado por Agencia de Prensa Lima Norte
http://limanorte.wordpress.com/
El empleo en español de esta coma no es apropiado porque la “y” sustituye precisamente a la coma del último elemento de la enumeración.

De este modo, en el ejemplo anterior lo adecuado hubiera sido: “En la época republicana trabajó en los ferrocarriles, se convirtió en líder sindical y viajó por Centroamérica”.

Sin embargo, sí se escribe coma delante de la “y” en otros casos, como cuando la enumeración tiene elementos complejos que deben separarse por punto y coma: “Agradezco su ayuda a Enrique, biólogo; a Pedro, botánico; a Luis, zoólogo, y a Martín, fotógrafo”.

También se mantiene la coma cuando la “y” introduce un elemento que no pertenece a la enumeración anterior (“García Márquez retiene una voz admirable, vital, clara, y la pluma de un ángel”) o cuando la “y” sirve de unión con el predicado anterior, no con el último elemento de la enumeración: “Bebió dos tazas de café negro, amargo, espeso, y encendió un cigarro enorme”.

Otros casos en los que se mantiene la coma antes de la conjunción son aquellos en los que la “y” equivale a “pero” (“Le dije que te llamara, y no se acordó”) o cuando la “y” va detrás de un inciso (“El presidente de Francia, Nikolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, se volvieron a reunir ayer”).

Asimismo, la Fundéu BBVA, que trabaja en el Perú asesorada por la Academia Peruana de la Lengua, recuerda que se escribe coma delante o detrás de “y” si va antes o después de un inciso (que siempre se ponen entre comas): “Los inspectores se desmarcan del escándalo de las indemnizaciones millonarias y, en este sentido, sugieren que…”, y no: “Los inspectores se desmarcan del escándalo de las indemnizaciones millonarias, y en este sentido, sugieren que…”.

La Fundación del Español Urgente (www.fundeu.es) es una institución promovida por la Agencia Efe y patrocinada por el banco BBVA que tiene como principal objetivo el buen uso del español en los medios de comunicación.

- Fundación del Español Urgente

sábado, 29 de octubre de 2011

FACUNDO CABRAL, "Los poetas del pueblo nunca mueren"



Juan Víctor Alfaro: FACUNDO CABRAL ES LA VOZ "Vale más canción humilde que sinfonía sin fe". J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir", este es el lema de:
www.vosquedepalabrasvives.blogspot.com

No se calla el cantor aunque lo maten.
Su voz suena más alto que las balas
Si se calla el cantor: todas las salas
en que cantó irán a su rescate,


todos los vientos que auparon su voz
sonarán más que nunca con sus sones,
pues nunca criminales y ladrones
han de poder contra la voz de Dios...


Voz del pueblo en el canto es voz de amor,
voz de amor en el cantor es voz de Dios
y voz de Dios no termina su labor


por una bala artera, por un cuchillo atroz...
Nunca, nunca, nunca muere el cantor.
Siempre Facundo Cabral será LA VOZ.

Visita los siguientes enlaces: http://www.papelesparalahistoria.blogspot.com http://nuevaspaginaslibres.blogspot.com/ http://vosquedepalabrasvives.blogspot.com http://teeducaUNP.blogspot.com
by Juan Víctor Alfaro at 4:24 pm
Labels: Artículo en Diario "Correo",

Publicado por Julio Carmona
http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/

Julio Carmona: "Las Casas de Obama"

Julio Carmona: "Las Casas de Obama"
"Vale más canción humilde que sinfonía sin fe". J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir", este es el lema de: www.vosquedepalabrasvives.blogspot.com

A raíz de la elección de Obama en USA, publiqué esta copla: “Un negro en la Casa Blanca / Es, pues, algo que me alegra; / Pero la veo bien tranca / Que se vuelva Casa Negra”. Algunas personas me hicieron la reconvención de darle un margen necesario para verlo actuar. Y, pues, ha pasado un tiempo prudencial sin que haya cambiado el color de la mencionada casa. Al contrario, ahora se la ve más blanca, pues el “terror blanco” que ella segrega, con Obama ha crecido. Y en su caso no sólo hablan los hechos, también las palabras; porque –como decía un famoso sabio del siglo XIX– “la conciencia del hombre depende de su existencia, y no al revés”.


Detengámonos sólo en el tan promocionado Premio Nobel de la Paz que Obama ha aceptado, sin merecimiento y sin remordimiento. Ese solo hecho descalifica sin mayores requisitorias una posible sindéresis que se le quisiera atribuir. Porque él ya sabía que no sólo iba a continuar con las guerras en que está enfrascado el imperio, sino que las iba a incrementar enviando a ellas a miles de jóvenes yanquis. Y en lugar de renunciar, por decoro, a un premio que es mancillado por sus mismas acciones, lo recibe con un discurso que es el colmo del belicismo; un discurso que sólo pretendió ser justificatorio del afán criminal de su gobierno que, como el de todos sus predecesores, representa a la industria de la guerra que es la que le da sus mayores ingresos financieros, porque impulsan guerras de rapiña (apropiándose de las riquezas de los pueblos víctimas de sus agresiones).


Obama, pues, como todos los inquilinos de la Casa Blanca, no es sino una tuerca en esa maquinaria de guerra. Obviamente, no se podía esperar de él un gesto como el de Jean Paul Sartre que rechazó el Premio Nobel de Literatura por considerar al Comité que lo otorga representante de los intereses capitalistas, de un sistema que basa su sobrevivencia en la injusticia y la corrupción generalizadas. En el caso de Obama, el Comité del Premio Nobel ha premiado a su congénere. Difícilmente podría encontrarse un desacuerdo entre ambos. Las siguientes ideas vertidas en su discurso de recepción resumen el espíritu que los une: ‘Los jóvenes


yanquis van a la guerra a matar o a morir. En la guerra moderna mueren más civiles que soldados.’ Con un pacifista así, me alegro de mi pronóstico: la Casa Blanca nunca será Casa Negra.

Visita los siguientes enlaces: http://www.papelesparalahistoria.blogspot.com http://nuevaspaginaslibres.blogspot.com/ http://vosquedepalabrasvives.blogspot.com http://teeducaUNP.blogspot.com
by Julio Carmona at 9:11 am
Labels: Artículo en Diario "Correo",

Publicado por Julio carmona.
http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/

POEMA: LA PATRIA



He subido a las alturas erizadas de tu nombre,
He llegado a duras penas a sus agudas notas,
Allí donde se hace grito congelado
Como el dolor en los labios de un hombre herido.


Llegué, vi y dejé
Intactos tus cerros,
No quité nada a tu cielo. Sólo grabé mi nombre
En su corteza de aire. Llegué para clavarme
En las espinas de tu altura, buscándote
El secreto, la flor, la maravilla.


Subí a tu cielo azul como a un campanario
Y no encontré lo dulce que de ti buscaba.
Anduve por tus calles blancas,
Comprobé sus techos rojos, mordí la pureza
De tus árboles. Y tus piedras, como todas
Las alas, fieles a su trabajo,
Me golpearon,
Y no encontré, no vi, no hallé
La chispa de mi búsqueda.


Pero, de pronto -ciego,
Ciego de mí-, me cosquilleó una mano,
Suave como un suspiro,
Tenue mano de nube derretida: era el hombre,
Era el hombre que venía convertido en amigos,
En pellejos de llamas para la noche dura,
Con ponchos y frazadas para un mejor mañana
(Que no es lo mismo que decir buenas noches).


Y fue el mote del día siguiente,
Y el queso nieve abierta en pecho tierno,
Y el disculpen hermanos la pobreza,
Fue lo que me condujo al borde mismo del sollozo.
Y quise no seguir buscando más.
Me parecía todo revelado.


Pero surgió la clara
Dulzura de Graciela Eucalipto
Ordeñando las ubres de la noche
Para la sed infinita de mi amor desierto,
Ordenando a mis ojos la admiración y el éxtasis
Para su doble calma de manantial sin ruido.
Todo sonaba a gusto de cereza:
El agua, el cardo, la totora, el cerro.
Y nuevamente y otra vez seguí buscando
Otras dulces bellezas, más altas hermosuras:
Y así aprendí a empinarme a tus alturas
Para coger la mano del tiempo detenida
En cada flor o piedra o lluvia sin reposo.


En tus alturas, Patria, tramonté
El recuerdo de mi obrero:
Por ese sufrimiento de las manos mordidas,
Del dolor y la angustia
Del caer desde siglos de sudores sin premio.
Y en tu espacio me vi pequeño, ínfimo.
Esas alturas no eran
Para mi escuela ausente de epidermis oscura,
De pulmones ajados
Por la cruda fiereza del humoso cemento.


Pero subir a tu nombre, Patria, es beber el cielo.
Y fui a enmendar mi adusta permanencia en la sombra.
En tus alturas todo era claro.
Pero también todo era helado.
Desde tu piel de piedra, pasando
Por el mote pelado hasta el ardiente
Cañazo (y del aguijón
Del agua ni se diga) todo era frío.


Todo era frío menos los ojos vistos o vividos
En fogones tiernísimos alimentando el trago
Calientito, en la fría madrugada
Del toro-velay “que morirá mañana”.
Todo era frío menos el llanto
Del arpa, del wakrapuko
Y el violín que volaba sus cuerdas
En medio de la noche,
Aleteando un poncho de calores
Para el baile redondo
De corazones hambrientos (tal en el día
Vi avegar al cernícalo
En la penumbra del totoral
Hurgando alas menudas).


Perú, carta escondida,
Recién allí en la historia
De mi amor ardió tu nombre,
Como un llanto de fuego llegó a enriquecerme:
Yo no tengo palabras sino mundos
Metidos del dolor al dolor:
Porque no todo es risa
En ti, Perú, si hasta tu nombre
Tiene más cicatrices que la vida; y sabes,
Perú,
Que no todo sufrimiento es pena dolorida,
Pero sabes también por tus heridas
Que si el dolor es pena pero pena vivida
Es un anuncio opaco,
Pero anuncio al fin y al cabo
De nuevos, bellos, buenos o mejores días.


(Este poema es el introductorio del poemario -inédito- Mester de obrería, de Julio Carmona).
Visita los siguientes enlaces: http://www.papelesparalahistoria.blogspot.com http://nuevaspaginaslibres.blogspot.com/ http://vosquedepalabrasvives.blogspot.com http://teeducaUNP.blogspot.com
by Julio Carmona at 2:52 pm

Publicado por Julio Carmona.
http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/

Nelson Manrique: “Sobre héroes y tumbas: Alfredo Torero y José María Arguedas”




Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/

2011: AÑO DEL PRIMER CENTENARIO DE VIDA DEL AMAUTA JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

Alfredo Torero es uno de los intelectuales peruanos de mayor valía del siglo XX y su contribución a la comprensión de la historia social andina es fundamental. Estudió derecho en San Marcos y lingüística en la Sorbona, en París. Decidió abordar la historia social andina utilizando la lengua como fuente histórica para entender procesos histórico-sociales fundamentales.

Reconstruir la historia social andina plantea un reto metodológico. Las sociedades andinas no desarrollaron una escritura que permitiera contar con documentos que narren su historia. De acuerdo con la concepción tradicional, según la cual la historia comienza con la escritura, las sociedades andinas precolombinas serían “prehistóricas”. Y, sin embargo, al momento de la conquista eran ampliamente superiores a Europa en varias ramas fundamentales, como la agricultura, la medicina, la organización política estatal, etc. Están en juego 3000 años de historia de las altas civilizaciones andinas. El aporte de Alfredo Torero para reconstruir esta historia es fundamental.

¿Cómo hacer una historia sin textos? Todo producto humano puede ser leído como un texto histórico. De esa manera se utilizan los ceramios, los textiles, las esculturas, las edificaciones, los restos funerarios, etc., como evidencias históricas que contienen una información valiosa.

La lengua, en tanto producto cultural, puede ser también usada como una fuente histórica; el problema es cómo utilizarla. La forma como Alfredo Torero lo hizo constituye el meollo de su aporte más perdurable. Utilizando la glotocronología léxico-estadística, un método que permite determinar si dos lenguas contemporáneas están emparentadas o no y, de estarlo, hace cuánto tiempo que se separaron del tronco lingüístico común, pudo reconstruir la historia de dos de los tres idiomas generales del Perú: el quechua y el puquina, determinando sus fases de dispersión, su proceso de dialectización y la emergencia de lenguas distintas, ininteligibles entre sí. Las implicaciones de este trabajo son trascendentales. La expansión o contracción del área de dispersión lingüística de una lengua tiene una evidente correlación con la expansión o la contracción de la influencia de la sociedad que la habla, sea esta económica, social, política, cultural o religiosa. El trabajo de Alfredo Torero permite pues tener una visión dinámica de la forma cómo las distintas sociedades andinas ocuparon el espacio de los Andes e impusieron su dominación sobre la naturaleza y sobre otros pueblos, sea por conquista militar, económica o religiosa. Correlacionando sus resultados con los de las investigaciones de Martha Hardmann sobre el aymara surge un conjunto de hipótesis revolucionarias que obligan a repensar todo lo que sabemos sobre la historia social precolombina, incluida la supuesta filiación quechua de los incas del Cusco. Torero comparó sus resultados con los testimonios de los cronistas de la conquista y echó luz sobre cuestiones desconcertantes, como el hecho de que cincuenta años después de la conquista la ciudad del Cusco fuera una isla de quechua en medio de un mar de pueblos aymara parlantes (tiempo después pude comprobar que también en Arequipa, y en particular en el Valle del Colca, el aymara seguía teniendo una muy fuerte presencia aún en el siglo XVII). Su trabajo ha sido singularmente fecundo, aunque por desgracia muchos de los que lo han utilizado no han reconocido su deuda intelectual con él.

JOSÉ MARÍA

“¿Ha leído usted mi última novela?”. José María Arguedas se había detenido, volvió sobre sus pasos, y tímidamente me planteó esa pregunta. “No doctor, aún no”. “Entonces, me gustaría obsequiársela”. Nos dirigimos a su viejo Volswagen y sacó un ejemplar de Todas las sangres. “¿Cómo apellida?”, me preguntó. A continuación escribió muy serio: “Para el señor Nelson Manrique, con el aprecio de José María Arguedas”. Me entregó el libro, se despidió con esa su sonrisa única y se marchó a su oficina.

Yo estaba boquiabierto. Estaba en el Centro Federado de Ciencias Sociales en la Universidad Agraria cuando él asomó. No recuerdo a quien estaba buscando, pero yo estaba solo en el local. Tampoco recuerdo cómo se inició la conversación, aunque después supe que era muy fácil hablar con él. Empezó a conversar con tal simpatía que se me quitó la timidez y charlamos animadamente de muchas cosas de las cuales no guardo memoria. Le interesó saber si era provinciano y se animó aún más cuando le conté que era huancaíno. Por entonces yo ignoraba que él había vivido en Huancayo cuando estudió la secundaria. En algún momento le dije que estaba sorprendido de su incapacidad de sentir odio. Esto le intrigó y me pregunto por qué. “Imagino que El Sexto es autobiográfico, doctor Arguedas”, le dije. “Sí, completamente –contestó-, ¿por qué?”. “Porque no se cómo después de haber vivido todo eso usted puede estar tan limpio de rencor”. “¡Qué alivio!”, me contestó con una gran sonrisa. “Pensé que se refería a otra cosa. Durante un tiempo fui director de la Casa de la Cultura y eso me trajo unos dolores de cabeza que usted no se imagina”. Sólo tiempo después supe de su primer intento de suicidio, en la Casa de la Cultura.

Corría junio de 1968 y José María Arguedas era ya una figura intelectual de primer orden. En la facultad lo veíamos a diario, yendo a clases, a su oficina, o buscando a sus dos grandes amigos, Manuel Moreno Jimeno y Alfredo Torero. Lo admiraba, como todos, pero esa era la primera vez que conversaba con él. Después de un rato terminamos la plática, nos despedimos y empezaba a irme cuando me llamó y me obsequió su novela autografiada. ¡Y era la primera vez (felizmente no la última) que conversamos!

ALFREDO

Estaba en Piura cuando recibimos la noticia de que José María Arguedas se había pegado un tiro. Algunos estudiantes de la Agraria habíamos decidido dejar la universidad para irnos a trabajar con los campesinos, cuando la reforma agraria empezaba. La noticia nos dejó aturdidos. Estaba con Rosita Guerra cuando nos enteramos. Su primera reacción fue: “¡Cómo va a afectar esto a Alfredo Torero!”. Yo sabía que los dos eran muy buenos amigos pero ignoraba hasta qué punto Alfredo se sentía aislado, por razones ideológicas, en la universidad, y en qué medida ambos habían sido durante esos años un respaldo uno para el otro. Sólo años después, cuando nos hicimos amigos, supe cuán entrañable había sido la relación entre los dos. “El muy bandido se las arregló para hacerme recorrer el lugar donde iba intentar suicidarse, horas antes de hacerlo. ¡Dos veces!”, me contó Alfredo risueñamente un día. Después supe que Arguedas le había confiado los sobres con sus cartas póstumas, en la oficina donde un momento después se dispararía el balazo definitivo.

Siempre me sorprendió que nunca se tutearan, y que conservaran el formal trato de “usted”, pero creo que eso correspondía a la formación de José María Arguedas. Con Alfredo llegamos a tutearnos, a pesar de que nos separaba la edad; es evidente que se sentía cómodo con el trato en confianza, pero él entendía que para Arguedas era fundamental la cortesía serrana que había aprendido en su infancia.

Alfredo Torero es, con el mayor derecho, una de las personas a las que puedo llamar mi maestro. Curiosamente fue mi profesor apenas dos semanas, hasta que un receso universitario canceló definitivamente el curso de Introducción a la Lingüística que había empezado a enseñarnos. Pero, cuando decidí virar desde la sociología hacia la historia, él fue quien me guió en las lecturas imprescindibles. Fue el interlocutor con el que pude articular una visión del país que me sirvió para comenzar. Tuve la suerte de tener excelentes profesores, pero con el tiempo uno descubre que lo esencial se aprende de los maestros; aquellas personas que ejercen una influencia definitiva en nosotros.

SOBRE HÉROES Y TUMBAS

Alfredo Torero fue para mi generación un maestro de ciencia y de vida. Su honestidad, integridad y valor fueron la demostración práctica de que siempre se puede ser coherente con aquello en que uno cree, a pesar de lo difíciles que puedan llegar a ser las circunstancias. De una manera u otra siempre estuvo más bien solitario. No lo buscaba, pero tampoco le temía a la soledad. Afrontó los últimos años con la misma integridad con que vivió toda su vida.

Conversé por teléfono con él pocas semanas antes de su muerte. Sabía que su cáncer era terminal. Estaba solo en Holanda, desconocía el idioma y no sabía qué iba a ser de él, pero mantenía la entereza de siempre. Por fortuna, sus hermanas pudieron llevarlo a Valencia y murió acompañado de sus seres queridos, entre gente que hablaba su idioma. Con él murió su ilusión de poder retornar al Perú. Una deuda más que reclamarle al Perú oficial.

La vida tiene ironías y para mí una de ellas es que la muerte sea motivo para volver a asociar a José María y Alfredo. José María Arguedas empieza a tener el reconocimiento que merece, pero su cadáver no tiene descanso. En su “¿Último diario?” (el mismo que le confió a Alfredo y en que dejó testimonio de su cariño por él) dejó instrucciones muy detalladas sobre lo que quería que se hiciera con su cuerpo. Entre ellas no figura que se trasladaran sus restos.

Alfredo Torero murió solo, lejos del país que amaba y al que le dedicó todo su trabajo, desconocido para la mayoría de los peruanos, que ni siquiera tienen idea de la magnitud de la pérdida que significó su muerte para todos, y que ignoran la envergadura de su legado intelectual. Ojalá algún día se le brinde el homenaje de estudiarlo, de aprender de su inimitable magisterio. Que no sea su destino el que sus restos mortales se conviertan en un botín en disputa. Porque si no se trabaja por difundir y desarrollar sus ideas, los héroes culturales terminan siendo fetiches, útiles para las ceremonias oficiales, despojados de lo que los pone por encima de su terrena mortalidad: su rol de guías permanentes de sus colectividades.

Publicado por Julio Carmona en martes, enero 25, 2011
Etiquetas: Porsa: Manrique