domingo 3 de julio de 2011
EL MAESTRO, SEGÚN MARIÁTEGUI-
ARGUEDAS-ENCINAS-CARO RÍOS*
Marta Dolorier, Luis Vélez y Sigfredo Chiroque
CAD “Malusi Mec Non”**
UNA ENTREVISTA HISTÓRICA
En la ciudad norteña de Piura, tres maestro peruanos organizados en el Círculo de Autoeducación Docente (CAD) “MALUSI: MEC-NON” hemos reunido al Amauta José Carlos Mariátegui, al escritor José María Arguedas y a los profesores Germán Caro Ríos y José Antonio Encinas. Junto a nosotros están estos grandes personajes, convocados a la luz de un lamparín. Es el mes de mayo de 1992 y todavía se hace sentir el calor piurano.
Nos sentimos abrumados por la calidad de nuestros entrevistados. El diálogo va a girar sobre el maestro, desde una perspectiva popular. Por ello –explicamos a nuestros invitados- el debate debe ir perfilando lo que debe ser el Maestro-Pueblo.
LÍDER SOCIAL
CAD.- Buenas noches, compañeros Mariátegui, Arguedas, Caro Ríos y Encinas. Actualmente, en el Perú, el Maestro es un marginado. Sin embargo ¿qué importancia le dan ustedes?
Mariátegui.- En mi opinión, no hay duda sobre la importancia del maestro. De ahí que*** de todas las victorias humanas les toca a los maestros en gran parte el mérito. De todas las derrotas humanas les toca, en cambio, en gran parte, la responsabilidad. La servidumbre de la escuela a un cacique de provincia no pesa solamente sobre la dignidad de los que aprenden. Pesa, ante todo, sobre la dignidad de los que enseñan. Ningún maestro honrado, ningún maestro joven que medite en esta verdad, puede ser indiferente a sus sugestiones. No puede ser indiferente tampoco a la suerte de los ideales y de los hombres que quieran dar a la sociedad una forma más justa y a la civilización un sentido más humano (1).
Encinas.- Yo creo que el más alto cargo que un ciudadano puede desempeñar en una democracia es el de maestro de escuela. Cuando la sociedad actual se sacuda del egoísmo y prejuicios que anquilosan sus vitales funciones, y cuando el maestro por su parte deje la rutina y se transforme en un líder social, entonces el magisterio habrá sobrepasado en importancia a cualquier otra actividad humana. Aquilatar el valor profesional de un médico, de un abogado, de un ingeniero, es una cuestión muy sencilla, puesto que el resultado obtenido por ellos es de orden individual y de comprobación inmediata; mientras que juzgar la labor de un maestro y apreciar el efecto producido por una determinada doctrina educativa, exige en primer término el transcurso de por lo menos un par de decenas de años y después el análisis de los factores sociales, políticos y económicos dentro de los cuales movió su actividad (2).
Caro Ríos.- Estoy de acuerdo con que el papel que juega el maestro en la comunidad es transcendental. Y añadiría que de su acertada situación depende el futuro inmediato no sólo de los niños, sino del pueblo y de la patria entera.
Tan importante función demanda, claro está, una personalidad intelectual, moral y aún física recia que lo obligue a ser un eterno estudioso, investigador, un hombre probo, austero, exigente consigo mismo y con los demás (3)
Arguedas.- Yo creo, además que –en un país tan complejo como el nuestro, tan lleno de contradicciones culturales, de creencias distintas- la misión del maestro realmente aquí, es una misión muy difícil; porque en el Perú la educación no se resuelve mediante el método sino mediante el conocimiento de la cultura, de las costumbres de cada pueblo, porque somos un país muy mezclado, un país mestizo en cuanto a creencias, en cuanto a concepciones morales, políticas; en fin, somos un país que constituye una mezcla que todavía no ha acabado de definirse. Nosotros los maestros somos los debemos impulsar esta definición y a esta integración de las creencias. Cuando todo el Perú tenga más o menos una sola creencia, por lo menos una de la cual todos compartamos, seremos patriotas; cuando haya una fe que nos una a todos; pero ahora tenemos veinte mil tipos de fe distintas y por eso no somos patriotas, porque no tenemos elementos ideales de los cuales todos participen (4).
Mariátegui.- Efectivamente, uno de los hechos que prueba más fehacientemente la lenta pero segura elaboración de una conciencia nacional –como creo haber tenido ya ocasión de remarcarlo- es el movimiento de renovación que se afirma cada día más entre los maestros. El maestro peruano quiere ocupar su puesto en la obra de reconstrucción social. No se conforma con la supervivencia de una realidad caduca.
Se propone contribuir con su esfuerzo a la creación de una realidad nueva (5).
REALIDAD QUE DUELE
CAD.- Esa importancia que ustedes dan al magisterio ciertamente dista de la realidad concreta que actualmente él vive. Según la experiencia de ustedes: ¿cómo ven la situación del maestro peruano?
Caro Ríos.- Actualmente y desde tiempo atrás, el maestro como trabajador asalariado guarda una situación de dependencia patronal frente al Estado; forma un sector más de los explotados del mundo.
Y es más, existe una sutil maniobra patronal para apartar al magisterio de la lucha de clases, colocándolo en un plano ideal de la estructura social: el de los mansos apóstoles. Seres predestinados para redimir, sufrir y morir incomprendidos y crucificados (6).
Encinas.- Así es, el maestro pagado con los desperdicios del Presupuesto Nacional, impedido para intervenir en la política del país, es sencillamente un paria que vegeta dentro de la rutina como sistema, teniendo el favor como recompensa. Así el maestro no es un mentor de conciencias, un conductor de multitudes, un arquitecto de gran envergadura. Es simplemente un conductor de rebaños o un albañil de la aldea (7).
Mariátegui.- Exactamente, el Estado condena a sus maestros a una perenne estrechez pecuniaria. Les niega casi completamente todo medio de elevación económica o cultural y les cierra toda perspectiva de acceso a una categoría superior. De un lado, carecen los maestros de posibilidades de bienestar económico, de otro lado, carecen de posibilidades de progreso científico (8).
Arguedas.- El sistema condiciona al maestro a prácticas criticables. Cuando yo era estudiante, una mitad de los profesores que tuve llegaban a la clase con veinte minutos de retraso; diez minutos empleaban en pasar lista y el resto bostezaban o dictaban algún curso antiguo que los alumnos teníamos que copiar durante el año. La otra mitad de los profesores explicaban todas las cuestiones de sus cursos que el Plan Oficial indicaba, se ceñían al Plan con fidelidad militar. Y el colegio era siempre un local grande, donde profesores y alumnos nos encerrábamos para estudiar tantos cursos…
De lo que pasaba y de lo que había fuera de este local, nunca hablábamos. Del Perú sólo sabíamos una narración escueta de los sucesos pasados y una lista de sus ríos, lagos, montañas, provincias y mesetas (9).
Pasados los años, ya como profesor en Sicuani, tuve otras experiencias. Conocí profesores de castellano, egresados de San Marcos, que no habían estudiado ni medianamente a los clásicos españoles y americanos y que se aferraban, por eso, con desesperación de la gramática y de los textos escolares, y el problema era grave, porque tenían delante, en cada sección, más de cincuenta alumnos, casi siempre a tres estudiantes por carpeta. Estudiantes torturados por la incomodidad física, que se aburrían o estallaban ante la repetición de textos, fría, externa, sin arte, de los pedagogos. En Sicuani nunca vi un espectáculo tan desalentador. Era un colegio pequeño con no más de treinta alumnos por sección; estudiantes para quienes el colegio era realmente el centro sustancial de sus preocupaciones, hijos de ciudadanos que consideraban también ellos al colegio como el mayor bien de la provincia y, por eso, lo vigilaban, lo auxiliaban y contemplaban con preocupación y verdadero amor (10).
SOCIEDAD INCOHERENTE
CAD.- Lo que dice el compañero Arguedas es algo que se da en las escuelas públicas. Pero ¿les brinda la sociedad y el gobierno condiciones políticas, culturales o éticas de trabajo?
Encinas.- La difícil situación política de un maestro se agrava con el conflicto moral que surge cuando debe enseñar a sus discípulos normas de orden ético-religioso y cívico, las cuales se encuentran en completa antítesis con la realidad. El catecismo patriótico enseña, por ejemplo, las excelencias de un régimen de gobierno sometido a las Constitución del Estado. El maestro, en consecuencia, inculca en el espíritu de los niños muchas veces en forma intuitiva las obligaciones de un ciudadano con el Estado, las garantías ofrecidas y los derechos concedidos. Pero el estudiante, ante de de alcanzar la ciudadanía, sabe que las obligaciones aumentan, que las garantías no existen y que los derechos se vulneran.
Es pues una irrisión obligar a un maestro a enseñar lo que es la libertad de pensamiento o la libertad de imprenta, cuando el Parlamento es una ficción, cuando se persigue, se encarcela o se destierra a los enemigos políticos del gobierno, cuando las imprentas adversas al régimen están clausuradas (11).
En presencia de semejante ética, el maestro mecaniza la enseñanza para llenar las formalidades reglamentarias. Es decir, los principios morales que requieren en la escuela la mayor objetivación posible en el medio social van a ser materia de repetir un texto o rezar (12).
Mariátegui.- De acuerdo a todo lo afirmado, cuando hablamos de educación, contra todo lo que capciosamente se insinúa o sostenga, la crisis de los maestros ocupa jerárquicamente el primer plano.
Sin maestros auténticos, sin rumbos austeros, sin direcciones altas, la juventud no puede andar bien encaminada. El estudiante de mentalidad y espíritu cortos y mediocres, mira en el profesor su dechado o su figurín. Con un profesor desprovisto de interés y de idealismo, el estudiante no puede aprender, no estimar una ni otra cosa. Antes bien, se acostumbra a desdeñarlas prematuramente con superfluas, inútiles y embarazantes. Un maestro -en quien sus discípulos descubren una magra corteza de cultura profesional y nada más- carece de autoridad y de aptitud para inculcarlos y enseñarles extensión y hondura en el estudio. Su ejemplo, por el contrario, persuade al discípulo negligente de la conveniencia de limitar sus esfuerzos, primero a la adquisición rutinaria del grado y después a la posesión de un automóvil, al allegamiento de una fortuna, y –es posible de paso- a la conquista de una cátedra: membrete de lujo, timbre de academia (13).
CAMBIOS EN LA EDUCACIÓN Y EN LA SOCIEDAD
CAD.- Lo que acaba de señalar Mariátegui nos introduce a señalar la urgencia de cambios en el Perú: ¿Se justifica un transformación social en nuestra Patria? ¿Hay todavía una esperanza de hacerla? ¿Cuál el rol de los docentes?
Arguedas.- ¡Cómo no creer en nuevos tiempos, viendo la esperanza del Pueblo, por ejemplo del minero! Dentro de la mina vivía la niebla a la que era necesario no temer, rendir más bien ¡para obtener de esa oscura entraña lo que ella podía dar al hombre para su bienestar, para su triunfo sobre la naturaleza! ¡La luz dentro del mundo puede hacerse! ¡La haremos! El hombre es grande… es más grande que la sombra del Coropuna… que la fuerza del torrentoso río. ¡Haremos! ¡Hablaremos! (14).
Encinas.- Los docentes deben aportar al cambio. El magisterio es la función revolucionaria por excelencia. En ese ejercicio no caben sino dos extremos: el maestro inofensivo –sometido a la coyuntura burguesa, sin un soplo de ideal ni un átomo de impulso- o aquél otro cuya vida está jalonada por una lucha permanente contra el poder que abusa, contra la hegemonía que absorbe toda libertad, contra el orden social, símbolo de la desigualdad y de injusticia (15).
Caro Ríos.- Sin lugar a dudas, instruir correctamente es despertar conciencias, descubrir y dominar las leyes que rigen la marcha de la naturaleza y de la vida social. Esta función cognoscitiva y movilizadora hace de la educación un factor revolucionario, es decir, de transformación de la naturaleza y de la vida social, de creación del Nuevo Hombre. Una enseñanza que no se concreta en transformaciones estructurales y superestructurales, en elevaciones científicas y técnicas de trabajo, en transformaciones sociales, es simple erudición. Y este tipo de escuela es la que defienden las oligarquías y los reaccionarios: una escuela estática, conformista y hasta retrógrada (16).
Mariátegui.- Ninguna categoría de trabajadores intelectuales aparece tan naturalmente destinada a dar su adhesión a las nuevas ideas como los maestros de primera enseñanza (17).
De la sensibilidad de los educadores a los anhelos de renovación social tenemos muchas y muy fehacientes pruebas (18). Me contagia el optimismo de ustedes sobre las posibilidades de hacer la revolución en nuestro país, así como la potencialidad de los maestros en esta tarea histórica. Nosotros también esperamos y trabajamos para ese día donde la felicidad regrese al Hombre pobre del Pueblo (19).
Arguedas.- Esta visión de futuro la tuvo Rendón, un personaje de mi libro “Todas las sangres”, cuando –consolando a su Pueblo sufrido- señalaba los rasgos del nuevo día. ¡No llorará la gente pidiendo misericordia, arderán los inginieros sin alma!… Esta plaza que ha quedado como cementerio será jardín para el comunero, para el cristiano, las casas estarán pintadas de blanco, las rocas de piedra… La plata no corrompe al señor, al comunero, sino que lo hace grande por el luz de su alma que alumbra a la gente, a los pajaritos, a toda la superficie de este mundo (20).
CAD.- Ciertamente hay otros aspectos por abordar, respecto a lo que ES y a lo que DEBE SER el MAESTRO-PUEBLO. Ustedes compañeros, seguramente tienen más aportes que hacer; los recogeremos en otra oportunidad.
Muchas gracias –compañeros Mariátegui, Arguedas, Encinas y Caro Ríos- por la presente entrevista. Quizás al editarla cometeremos algún recorte involuntario. Desde ya, nuestras disculpas. Pero estamos seguros que lo que han dicho ustedes ayuda a entender mejor el compromiso que debemos tener los Maestros del Pueblo.
______________
‘* Extractos del texto “Maestro Pueblo”, donde los autores simulan una entrevista hecha en Piura a José Carlos Mariátegui, José María Arguedas, José Antonio Encinas y Germán Caro Ríos. La obra se publicó en Lima-1992, en coedición del Círculo de Autoeducación Docente (CAD) “Malusi Mec-Non” – IPP – Derrama Magisterial.
** Los autores aparecen como integrantes del CAD denominado “MALUSI MEC-NON”. Es decir, MArta-LUis-SIgfredo (Marta Dolorier, Luis Vélez y Sigfredo Chiroque). “MEC-NON” –en lengua tallán de Piura- significa “Pájaro errante de estruendosa voz”.
*** Todos los textos en cursiva son licencias de los entrevistadores. Lo demás pertenece a los entrevistados y se han sacado de alguna de sus obras convenientemente citadas.
(1) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas de educación. Lima, Biblioteca Amauta, X Edición, p. 62-63
(2) ENCINAS, José Antonio (1986). Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú. Lima, CIDE, p. 1
(3) CARO RÍOS, Germán (1991). Las escuelas de estudio y trabajo en coeducación. Lima, Derrama Magisterial, p. 190
(4) ARGUEDAS, José María. El cuento folklórico, como fuente para el estudio de la cultura. Citado por KAPSOLI, Wilfredo (1986): “Nosotros los Maestros”. Lima, Editorial Horizonte, p. 78
(5) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 65
(6) CARO RÍOS, Germán (1991). Las escuelas… Ob.c. p. 193
(7) ENCINAS, José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c. p. 59
(8) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 58
(9) ARGUEDAS, José María. Pumacahua. Citado por Wilfredo Kapsoli en ob.c. p. 81
(10) ARGUEDAS, José María. Sociología y educación secundaria. En “El Comercio - Suplemento Dominical”. Lima, 22-11-1959
(11) ENCINAS, José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c. p. 124
(12) ENCINAS, José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c. p. 125
(13) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 117
(14) ARGUEDAS, José María. Todas las sangres. Buenos Aires, Editorial Lozano, p. 108-109.
(15) ENCINAS, José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c. p. 86
(16) CARO RÍOS, Germán (1991). Las escuelas… Ob.c. p. 191-192
(17) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 57
(18) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 59
(19) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 60
(20) ARGUEDAS, José María. Todas las sangres. Buenos Aires, Editorial Lozano, p. 408.
http://schiroque.blogspot.com/2011/07/el-maestro-segun-mariategui-arguedas.html
EL MAESTRO, SEGÚN MARIÁTEGUI-
ARGUEDAS-ENCINAS-CARO RÍOS*
Marta Dolorier, Luis Vélez y Sigfredo Chiroque
CAD “Malusi Mec Non”**
UNA ENTREVISTA HISTÓRICA
En la ciudad norteña de Piura, tres maestro peruanos organizados en el Círculo de Autoeducación Docente (CAD) “MALUSI: MEC-NON” hemos reunido al Amauta José Carlos Mariátegui, al escritor José María Arguedas y a los profesores Germán Caro Ríos y José Antonio Encinas. Junto a nosotros están estos grandes personajes, convocados a la luz de un lamparín. Es el mes de mayo de 1992 y todavía se hace sentir el calor piurano.
Nos sentimos abrumados por la calidad de nuestros entrevistados. El diálogo va a girar sobre el maestro, desde una perspectiva popular. Por ello –explicamos a nuestros invitados- el debate debe ir perfilando lo que debe ser el Maestro-Pueblo.
LÍDER SOCIAL
CAD.- Buenas noches, compañeros Mariátegui, Arguedas, Caro Ríos y Encinas. Actualmente, en el Perú, el Maestro es un marginado. Sin embargo ¿qué importancia le dan ustedes?
Mariátegui.- En mi opinión, no hay duda sobre la importancia del maestro. De ahí que*** de todas las victorias humanas les toca a los maestros en gran parte el mérito. De todas las derrotas humanas les toca, en cambio, en gran parte, la responsabilidad. La servidumbre de la escuela a un cacique de provincia no pesa solamente sobre la dignidad de los que aprenden. Pesa, ante todo, sobre la dignidad de los que enseñan. Ningún maestro honrado, ningún maestro joven que medite en esta verdad, puede ser indiferente a sus sugestiones. No puede ser indiferente tampoco a la suerte de los ideales y de los hombres que quieran dar a la sociedad una forma más justa y a la civilización un sentido más humano (1).
Encinas.- Yo creo que el más alto cargo que un ciudadano puede desempeñar en una democracia es el de maestro de escuela. Cuando la sociedad actual se sacuda del egoísmo y prejuicios que anquilosan sus vitales funciones, y cuando el maestro por su parte deje la rutina y se transforme en un líder social, entonces el magisterio habrá sobrepasado en importancia a cualquier otra actividad humana. Aquilatar el valor profesional de un médico, de un abogado, de un ingeniero, es una cuestión muy sencilla, puesto que el resultado obtenido por ellos es de orden individual y de comprobación inmediata; mientras que juzgar la labor de un maestro y apreciar el efecto producido por una determinada doctrina educativa, exige en primer término el transcurso de por lo menos un par de decenas de años y después el análisis de los factores sociales, políticos y económicos dentro de los cuales movió su actividad (2).
Caro Ríos.- Estoy de acuerdo con que el papel que juega el maestro en la comunidad es transcendental. Y añadiría que de su acertada situación depende el futuro inmediato no sólo de los niños, sino del pueblo y de la patria entera.
Tan importante función demanda, claro está, una personalidad intelectual, moral y aún física recia que lo obligue a ser un eterno estudioso, investigador, un hombre probo, austero, exigente consigo mismo y con los demás (3)
Arguedas.- Yo creo, además que –en un país tan complejo como el nuestro, tan lleno de contradicciones culturales, de creencias distintas- la misión del maestro realmente aquí, es una misión muy difícil; porque en el Perú la educación no se resuelve mediante el método sino mediante el conocimiento de la cultura, de las costumbres de cada pueblo, porque somos un país muy mezclado, un país mestizo en cuanto a creencias, en cuanto a concepciones morales, políticas; en fin, somos un país que constituye una mezcla que todavía no ha acabado de definirse. Nosotros los maestros somos los debemos impulsar esta definición y a esta integración de las creencias. Cuando todo el Perú tenga más o menos una sola creencia, por lo menos una de la cual todos compartamos, seremos patriotas; cuando haya una fe que nos una a todos; pero ahora tenemos veinte mil tipos de fe distintas y por eso no somos patriotas, porque no tenemos elementos ideales de los cuales todos participen (4).
Mariátegui.- Efectivamente, uno de los hechos que prueba más fehacientemente la lenta pero segura elaboración de una conciencia nacional –como creo haber tenido ya ocasión de remarcarlo- es el movimiento de renovación que se afirma cada día más entre los maestros. El maestro peruano quiere ocupar su puesto en la obra de reconstrucción social. No se conforma con la supervivencia de una realidad caduca.
Se propone contribuir con su esfuerzo a la creación de una realidad nueva (5).
REALIDAD QUE DUELE
CAD.- Esa importancia que ustedes dan al magisterio ciertamente dista de la realidad concreta que actualmente él vive. Según la experiencia de ustedes: ¿cómo ven la situación del maestro peruano?
Caro Ríos.- Actualmente y desde tiempo atrás, el maestro como trabajador asalariado guarda una situación de dependencia patronal frente al Estado; forma un sector más de los explotados del mundo.
Y es más, existe una sutil maniobra patronal para apartar al magisterio de la lucha de clases, colocándolo en un plano ideal de la estructura social: el de los mansos apóstoles. Seres predestinados para redimir, sufrir y morir incomprendidos y crucificados (6).
Encinas.- Así es, el maestro pagado con los desperdicios del Presupuesto Nacional, impedido para intervenir en la política del país, es sencillamente un paria que vegeta dentro de la rutina como sistema, teniendo el favor como recompensa. Así el maestro no es un mentor de conciencias, un conductor de multitudes, un arquitecto de gran envergadura. Es simplemente un conductor de rebaños o un albañil de la aldea (7).
Mariátegui.- Exactamente, el Estado condena a sus maestros a una perenne estrechez pecuniaria. Les niega casi completamente todo medio de elevación económica o cultural y les cierra toda perspectiva de acceso a una categoría superior. De un lado, carecen los maestros de posibilidades de bienestar económico, de otro lado, carecen de posibilidades de progreso científico (8).
Arguedas.- El sistema condiciona al maestro a prácticas criticables. Cuando yo era estudiante, una mitad de los profesores que tuve llegaban a la clase con veinte minutos de retraso; diez minutos empleaban en pasar lista y el resto bostezaban o dictaban algún curso antiguo que los alumnos teníamos que copiar durante el año. La otra mitad de los profesores explicaban todas las cuestiones de sus cursos que el Plan Oficial indicaba, se ceñían al Plan con fidelidad militar. Y el colegio era siempre un local grande, donde profesores y alumnos nos encerrábamos para estudiar tantos cursos…
De lo que pasaba y de lo que había fuera de este local, nunca hablábamos. Del Perú sólo sabíamos una narración escueta de los sucesos pasados y una lista de sus ríos, lagos, montañas, provincias y mesetas (9).
Pasados los años, ya como profesor en Sicuani, tuve otras experiencias. Conocí profesores de castellano, egresados de San Marcos, que no habían estudiado ni medianamente a los clásicos españoles y americanos y que se aferraban, por eso, con desesperación de la gramática y de los textos escolares, y el problema era grave, porque tenían delante, en cada sección, más de cincuenta alumnos, casi siempre a tres estudiantes por carpeta. Estudiantes torturados por la incomodidad física, que se aburrían o estallaban ante la repetición de textos, fría, externa, sin arte, de los pedagogos. En Sicuani nunca vi un espectáculo tan desalentador. Era un colegio pequeño con no más de treinta alumnos por sección; estudiantes para quienes el colegio era realmente el centro sustancial de sus preocupaciones, hijos de ciudadanos que consideraban también ellos al colegio como el mayor bien de la provincia y, por eso, lo vigilaban, lo auxiliaban y contemplaban con preocupación y verdadero amor (10).
SOCIEDAD INCOHERENTE
CAD.- Lo que dice el compañero Arguedas es algo que se da en las escuelas públicas. Pero ¿les brinda la sociedad y el gobierno condiciones políticas, culturales o éticas de trabajo?
Encinas.- La difícil situación política de un maestro se agrava con el conflicto moral que surge cuando debe enseñar a sus discípulos normas de orden ético-religioso y cívico, las cuales se encuentran en completa antítesis con la realidad. El catecismo patriótico enseña, por ejemplo, las excelencias de un régimen de gobierno sometido a las Constitución del Estado. El maestro, en consecuencia, inculca en el espíritu de los niños muchas veces en forma intuitiva las obligaciones de un ciudadano con el Estado, las garantías ofrecidas y los derechos concedidos. Pero el estudiante, ante de de alcanzar la ciudadanía, sabe que las obligaciones aumentan, que las garantías no existen y que los derechos se vulneran.
Es pues una irrisión obligar a un maestro a enseñar lo que es la libertad de pensamiento o la libertad de imprenta, cuando el Parlamento es una ficción, cuando se persigue, se encarcela o se destierra a los enemigos políticos del gobierno, cuando las imprentas adversas al régimen están clausuradas (11).
En presencia de semejante ética, el maestro mecaniza la enseñanza para llenar las formalidades reglamentarias. Es decir, los principios morales que requieren en la escuela la mayor objetivación posible en el medio social van a ser materia de repetir un texto o rezar (12).
Mariátegui.- De acuerdo a todo lo afirmado, cuando hablamos de educación, contra todo lo que capciosamente se insinúa o sostenga, la crisis de los maestros ocupa jerárquicamente el primer plano.
Sin maestros auténticos, sin rumbos austeros, sin direcciones altas, la juventud no puede andar bien encaminada. El estudiante de mentalidad y espíritu cortos y mediocres, mira en el profesor su dechado o su figurín. Con un profesor desprovisto de interés y de idealismo, el estudiante no puede aprender, no estimar una ni otra cosa. Antes bien, se acostumbra a desdeñarlas prematuramente con superfluas, inútiles y embarazantes. Un maestro -en quien sus discípulos descubren una magra corteza de cultura profesional y nada más- carece de autoridad y de aptitud para inculcarlos y enseñarles extensión y hondura en el estudio. Su ejemplo, por el contrario, persuade al discípulo negligente de la conveniencia de limitar sus esfuerzos, primero a la adquisición rutinaria del grado y después a la posesión de un automóvil, al allegamiento de una fortuna, y –es posible de paso- a la conquista de una cátedra: membrete de lujo, timbre de academia (13).
CAMBIOS EN LA EDUCACIÓN Y EN LA SOCIEDAD
CAD.- Lo que acaba de señalar Mariátegui nos introduce a señalar la urgencia de cambios en el Perú: ¿Se justifica un transformación social en nuestra Patria? ¿Hay todavía una esperanza de hacerla? ¿Cuál el rol de los docentes?
Arguedas.- ¡Cómo no creer en nuevos tiempos, viendo la esperanza del Pueblo, por ejemplo del minero! Dentro de la mina vivía la niebla a la que era necesario no temer, rendir más bien ¡para obtener de esa oscura entraña lo que ella podía dar al hombre para su bienestar, para su triunfo sobre la naturaleza! ¡La luz dentro del mundo puede hacerse! ¡La haremos! El hombre es grande… es más grande que la sombra del Coropuna… que la fuerza del torrentoso río. ¡Haremos! ¡Hablaremos! (14).
Encinas.- Los docentes deben aportar al cambio. El magisterio es la función revolucionaria por excelencia. En ese ejercicio no caben sino dos extremos: el maestro inofensivo –sometido a la coyuntura burguesa, sin un soplo de ideal ni un átomo de impulso- o aquél otro cuya vida está jalonada por una lucha permanente contra el poder que abusa, contra la hegemonía que absorbe toda libertad, contra el orden social, símbolo de la desigualdad y de injusticia (15).
Caro Ríos.- Sin lugar a dudas, instruir correctamente es despertar conciencias, descubrir y dominar las leyes que rigen la marcha de la naturaleza y de la vida social. Esta función cognoscitiva y movilizadora hace de la educación un factor revolucionario, es decir, de transformación de la naturaleza y de la vida social, de creación del Nuevo Hombre. Una enseñanza que no se concreta en transformaciones estructurales y superestructurales, en elevaciones científicas y técnicas de trabajo, en transformaciones sociales, es simple erudición. Y este tipo de escuela es la que defienden las oligarquías y los reaccionarios: una escuela estática, conformista y hasta retrógrada (16).
Mariátegui.- Ninguna categoría de trabajadores intelectuales aparece tan naturalmente destinada a dar su adhesión a las nuevas ideas como los maestros de primera enseñanza (17).
De la sensibilidad de los educadores a los anhelos de renovación social tenemos muchas y muy fehacientes pruebas (18). Me contagia el optimismo de ustedes sobre las posibilidades de hacer la revolución en nuestro país, así como la potencialidad de los maestros en esta tarea histórica. Nosotros también esperamos y trabajamos para ese día donde la felicidad regrese al Hombre pobre del Pueblo (19).
Arguedas.- Esta visión de futuro la tuvo Rendón, un personaje de mi libro “Todas las sangres”, cuando –consolando a su Pueblo sufrido- señalaba los rasgos del nuevo día. ¡No llorará la gente pidiendo misericordia, arderán los inginieros sin alma!… Esta plaza que ha quedado como cementerio será jardín para el comunero, para el cristiano, las casas estarán pintadas de blanco, las rocas de piedra… La plata no corrompe al señor, al comunero, sino que lo hace grande por el luz de su alma que alumbra a la gente, a los pajaritos, a toda la superficie de este mundo (20).
CAD.- Ciertamente hay otros aspectos por abordar, respecto a lo que ES y a lo que DEBE SER el MAESTRO-PUEBLO. Ustedes compañeros, seguramente tienen más aportes que hacer; los recogeremos en otra oportunidad.
Muchas gracias –compañeros Mariátegui, Arguedas, Encinas y Caro Ríos- por la presente entrevista. Quizás al editarla cometeremos algún recorte involuntario. Desde ya, nuestras disculpas. Pero estamos seguros que lo que han dicho ustedes ayuda a entender mejor el compromiso que debemos tener los Maestros del Pueblo.
______________
‘* Extractos del texto “Maestro Pueblo”, donde los autores simulan una entrevista hecha en Piura a José Carlos Mariátegui, José María Arguedas, José Antonio Encinas y Germán Caro Ríos. La obra se publicó en Lima-1992, en coedición del Círculo de Autoeducación Docente (CAD) “Malusi Mec-Non” – IPP – Derrama Magisterial.
** Los autores aparecen como integrantes del CAD denominado “MALUSI MEC-NON”. Es decir, MArta-LUis-SIgfredo (Marta Dolorier, Luis Vélez y Sigfredo Chiroque). “MEC-NON” –en lengua tallán de Piura- significa “Pájaro errante de estruendosa voz”.
*** Todos los textos en cursiva son licencias de los entrevistadores. Lo demás pertenece a los entrevistados y se han sacado de alguna de sus obras convenientemente citadas.
(1) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas de educación. Lima, Biblioteca Amauta, X Edición, p. 62-63
(2) ENCINAS, José Antonio (1986). Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú. Lima, CIDE, p. 1
(3) CARO RÍOS, Germán (1991). Las escuelas de estudio y trabajo en coeducación. Lima, Derrama Magisterial, p. 190
(4) ARGUEDAS, José María. El cuento folklórico, como fuente para el estudio de la cultura. Citado por KAPSOLI, Wilfredo (1986): “Nosotros los Maestros”. Lima, Editorial Horizonte, p. 78
(5) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 65
(6) CARO RÍOS, Germán (1991). Las escuelas… Ob.c. p. 193
(7) ENCINAS, José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c. p. 59
(8) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 58
(9) ARGUEDAS, José María. Pumacahua. Citado por Wilfredo Kapsoli en ob.c. p. 81
(10) ARGUEDAS, José María. Sociología y educación secundaria. En “El Comercio - Suplemento Dominical”. Lima, 22-11-1959
(11) ENCINAS, José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c. p. 124
(12) ENCINAS, José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c. p. 125
(13) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 117
(14) ARGUEDAS, José María. Todas las sangres. Buenos Aires, Editorial Lozano, p. 108-109.
(15) ENCINAS, José Antonio (1986). Un ensayo… Ob.c. p. 86
(16) CARO RÍOS, Germán (1991). Las escuelas… Ob.c. p. 191-192
(17) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 57
(18) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 59
(19) MARIÁTEGUI, José Carlos (1986). Temas… Ob.c. p. 60
(20) ARGUEDAS, José María. Todas las sangres. Buenos Aires, Editorial Lozano, p. 408.
http://schiroque.blogspot.com/2011/07/el-maestro-segun-mariategui-arguedas.html
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